30 sept 2007

SER MAMÁ


En el día de la madre la tele nos bombardea una semana con imágenes de electrodomésticos y de mujeres con chicos en los brazos y frases de póster.
¡Mentiras!
Las mamás no somos abnegadas amantes del sacrifico y aguerridas guerreras que todo lo pueden.
Las mamás lloramos abrazadas a las almohadas cuando nadie nos ve, pedimos la peridural en el parto y puteamos en 17 idiomas cuando tenemos que poner el despertador a las 2 de la mañana para ir a buscarlos a una fiesta.
Cuando les decimos que no se peleen con ese compañerito que les dice enanos o cuatro ojos, y les damos toda clase de explicaciones conciliatorias, en realidad querríamos tener el cogote del fucker pequeño verdugo entre nuestras manos, y también pensamos que la vieja de geografía es un mal bicho cuando les baja la nota porque no se saben cuantos metros mide el Aconcagua, que al final, a quien le importa, pero no lo podemos decir.
No es que nos encante pasarnos horas en la cocina tratando de que el pescado no tenga gusto a pescado y disimulando las verduras en toda clase de brebajes en lugar de tirar un Patty a la plancha, es que tenemos miedo de que no crezcan como se debe.
No es que nos preocupe realmente que se ponga o no un saquito, es que tenemos miedo de que se enfermen.
No es que los queramos más cuando se bañan, es que no queremos que nadie les diga roñosos.
No lo hacemos por ustedes, lo hacemos por nosotras.
Porque ser una mamá no tiene que ver con embarazos, pañales y sonrisas de aspirinetas. Tiene que ver con querer a alguien más que a una misma.
Con ser capaz de cualquier cosa con tal de que ustedes no sufran.
NADA, nunca, jamás.
Ustedes nos hacen felices.
Cuando les encantan nuestras milanesas.
Cuando nos consideran sabias por contestar todas las preguntas de los concursos de la tele.
Cuando vienen llorando a gritos porque se rasparon la rodilla y nos dan la posibilidad de darles consuelo y curitas.
Ustedes nos hacen mejores.
Nos dan ganas y fuerzas.
Nos comeríamos un gurka crudo antes de que les toque un dedito del pie.
Nos lavamos la cara y salimos del baño con una sonrisa de oreja a oreja para hacerles saber que la vida es buena, aunque nos vaya como el reverendo traste.
Cantamos las canciones de Chiquititas compramos Nopucid y repasamos 500 veces la tabla del
Y armamos 24 bolsitas con anillitos y pulseritas y tratamos de que la torta parezca un Pikachu y nos buscamos otro trabajo y sacamos créditos y nos compramos libros y vamos al psiquiatra y al pediatra y a los videos y negociamos con los maestros y los acreedores y recortamos figuritas y nos ponemos lindas y nos enojamos y nos reímos y nos salimos de quicio y nos convertimos en la bruja y la princesa de todos los cuentos.
VERLOS FELICES ES LO QUE NOS HACE FELICES.
Por eso todo.
Ojalá pudiéramos pegar el mundo con cinta scotch (como el velador que cayó en combate en la última guerra de pijamas party), para que fuera un lugar mejor para ustedes.
Gracias porque esas cosas que hacen en el colegio con corchitos y escarbadientes y que casi nunca entiendo para que sirven pero guardo religiosamente, me van a servir para justificar casi todo.
Son mis mejores medallas... junto con los abrazos, los besos, las lágrimas, los dientes de leche, las cartitas, el Amoxidal de tantas noches sin dormir, los boletines y las fotos de la primaria.
Gracias, porque LOS AMO.
Y ése es el amor que me hace grande.
Lo demás es marketing.

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